Nueva
constitución, otros pobladores
A
pesar del buen momento que parecía tener la economía, la crisis
económica de 1982, desató en el país un movimiento social que
exigía poner fin al régimen militar. Tanto los Partido Políticos,
los gremios de profesionales y los sindicatos, convocaron entre 1983
y 1986, a reiteradas Jornadas de Protesta Nacional, manifestación a
la que se integraban distintos sectores que estaban sufriendo los
estragos de la crisis. En estas Jornadas, los pobladores fueron unos
de los principales protagonistas, superaron las directrices e
intenciones de los dirigentes políticos para reafirmarse como actor
social y para convertirse finalmente en la manifestación social más
antagónica del régimen de Pinochet. Los pobladores se reorganizan
buscando las vías para la democratización real.
Democratización
y pobladores
En el IV Informe presentado por Taller de análisis de Movimientos
Sociales y Coyuntura, titulado: “La democratización en la base:
Movimiento Poblacional y Gobierno Local”, encontramos las bases
para este apartado.
Entenderemos por “democratización” el proceso conjunto, que
incluye tanto el formalismo mismo del acto electoral, como los
procesos que lo suceden y que juntos configuran la apertura de los
espacios sociales y políticos de participación. A saber:
1)
Considerando que podríamos concebir el inicio de este proceso en el
justo momento en que, luego del Golpe de Estado, los pobladores
comienzan a reconstituirse como actor social importante y luego a
generar estrategias organizacionales de subsistencia y solidaridad,
el primer paso que debía realizarse para una democratización real,
sería el reconocimiento de dichas dinámicas autónomas de
organización.
2) En
segundo lugar, está la ampliación de los espacios legítimos
de participación, ya no estar recluidos a una marginalidad
territorial, a espacios reducidos y ocupados ilegítimamente.
3)
Pudo entenderse también este proceso como una posibilidad de mayor
interlocución con la autoridad, a fin de generar reivindicación.
4)
Finalmente, para que la democratización sea efectiva debía generar
proyectos en que los sectores populares participen de los
recursos sociales, políticos y económicos.
No olvidemos entonces que el empoderamiento del espacio local por
parte de los pobladores, venía dándose desde abajo, y no podía ser
obviado para dar paso a una democratización legal desde arriba.
Para los participantes del taller en estudio, justamente la
democratización debía fluir por dos vertientes: la legal,
constituida principalmente por las Juntas de Vecinos, y la de las
organizaciones autónomas. A continuación expondremos el es una
síntesis de los puntos más importantes con respecto al estado de
estas dos aristas en lo que respecta a los movimientos de pobladores
en la coyuntura plebiscitaria.
Organizaciones
autónomas
Son
organizaciones, como ya hemos dicho, que aún estando carentes de un
marco legal funcionaron como la instancia inmediata de encuentro y
participación de los pobladores para paliar sus necesidades.
Existen, básicamente por dos razones: por voluntad popular soberana
para que ello ocurra y por que en su mayoría se van viabilizando en
la medida que logran satisfacer necesidades locales concretas. En
general podemos decir que su importancia recae justamente aquí, en
su trayectoria. “En 1975-76 emergen las primeras expresiones de
organización social, principalmente en el mundo poblacional. Se
trata de organizaciones impulsadas desde las iglesias y tendientes a
paliar los efectos de la política económica a través de la
asistencia y la solidaridad. También surgen instancias de denuncia
de la represión y defensa de los derechos humanos. Al mismo tiempo
se impulsó, también al alero de la iglesia, la realización de un
trabajo artístico-cultural, espacio en el cual se van reuniendo
nuevamente militantes, jóvenes, mujeres, artistas, etc.,
desarrollando lo que se ha llamado una función “simbólica” del
quehacer político.” Sin embargo, sus capacidades para atraer a los mismos afectados,
muchas veces fueron truncadas por la constante represión. Dentro de
ellas entonces podemos distinguir en primer lugar, las relacionadas
con la subsistencia, y luego aquellas orientadas a la reivindicación
y la vida cultural-política.
Las
primeras, son una instancia muy notoria de autogestión, resistencia
y auto-educación de la población; ya que el Estado no asegura la
subsistencia, los pobladores se reúnen para generarla. Una de las
formas que adopta son las llamadas “ollas comunes”. Luego del
período de protestas nacionales, y entrando en la época que nos
atañe, Margarita Fernández en el informe del II Taller, explica que
un elemento que se introduce con fuerza dentro de ellas, son los
partidos políticos, principalmente, en los niveles de dirección, y
su entrada significa tensiones, quiebres, y diferencias en torno a la
orientación, lógicas de funcionamiento interno y objetivos de los
grupos. Sin embargo destaca también un nuevo elemento que es más
bien positivo: el vínculo que se estaba estableciendo con otras
organizaciones populares, lo cual tendía a fortalecer a las
coordinadoras sectoriales de organizaciones sociales existentes en
algunas poblaciones. Con respecto al plebiscito, la autora señala
que dichas organizaciones no sostienen una opinión compartida, esto
principalmente por la confusión que generan los partidos políticos
en las altas cúpulas de las organizaciones sectoriales, donde los
proyectos partidistas ponían de manifiesto sus discusiones y
proyectos. Los pobladores(as) que estaban optando por el NO, lo
hacían mayormente por opción personal, que por consenso de las
bases, y si lograban tomar alguna postura, se hacía en silencio.
Otra forma que adoptan dichas organizaciones son los “talleres
productivos”. Estas eran agrupaciones que apuntaban principalmente
a la superación de la exclusión económica, a la creación formas
de abastecimiento y de proyectos que les permitan una situación
laboral digna. Fernández señala que “…han logrado un nivel de
autogestión que incuba un proyecto; el jugar un rol en una economía
popular, aportando aspectos ecológicos, culturales antisistémicos,
sin encontrar aún representación en la sociedad.”. Sin embargo,
lo que sí encuentran es el apoyo de algunas instituciones no
gubernamentales que de alguna manera fueron supliendo (no sólo a los
talleres) del soporte que no entrega el Estado. Con respecto al
plebiscito, Francisca Márquez plantea que, si bien el tema genera
conversación en los talleres, no hay homogeneidad en las opiniones
justamente debido a que la prioridad de éste sector apunta a
solucionar problemas económicos inmediatos y específicos. Para la
autora, la riqueza de este sector lo constituye su aprendizaje.
“Quizás lo más rico en los talleres productivos es que ejercen
cotidianamente la democracia interna, y que la autogestión existe
realmente, practican una democracia productiva, laboral.”
Nuevos actores sociales que surgen durante la década de 1980 en
Chile son las mujeres y los jóvenes. En los años de protestas
fueron una fuerza innovadora considerable y durante toda ésta época
intentan involucrarse y hacer notar de alguna forma su descontento y
su voluntad de participar. Las mujeres, que no habían estado
presentes en la escena nacional desde la conquista del voto por haber
subsumido sus proyectos al afiliarse a los partidos, comienzan a
componer sus demandas en el período de dictadura. Otra expositora
del II Taller, Adriana Muñoz, sostiene que las mujeres, en la
coyuntura que estamos analizando, se encontraban, a razón de sus
necesidades más urgentes, esparcidas en diversas organizaciones: las
de subsistencia y derechos humanos, los partidos políticos, y en la
vertiente feminista. La tensión entre ellas está dada por querer
constituirse como movimiento y sin embargo topar con la
heterogeneidad de intereses a la hora de organizarse. La coyuntura
las encuentra en una situación en que les cuesta tomar la diversidad
y volcarla a su favor para articularse de una manera inclusiva y
favorable a todas. Es un momento en que buscan encauzar su fuerza en
la territorialidad y en la ampliación de los espacios de poder, sin
embargo, el alcance de los partidos políticos ha tendido a generar
rupturas que, a contraposición de la necesidad de constitución de
un movimiento, han generado que desde el ’86 en adelante el nivel
de movilización de las mujeres vaya en un progresivo debilitamiento.
Las discusiones en torno al plebiscito, según la autora, al
generarse internamente en los grupos de pobladoras, lo que generan es
más bien, paralización, sin embargo, el deseo de no subsumir sus
intereses es más fuerte.
En
cuanto a los jóvenes, que también constituyeron una importante
fracción del movimiento de las protestas, la coyuntura los sorprende
en un momento en que, con respecto a los años 1983 a 1986, existen
menos organizaciones, las que quedan tienen menos participantes y
algunas de ellas han variado en sus objetivos. La esperanza de los
jóvenes con cierta participación política claramente se desdibujó
en el momento en que fracasó la fuerza de las protestas…por ende,
mucho menos creen en lo que traerá el plebiscito. La situación de
los jóvenes, según Eusebio Nájera estaba caracterizada por la poca
claridad sobre su quehacer en el trabajo territorial y por el marcado
sentimiento de exclusión. “Lo que caracteriza este tiempo en
resumen, es una realidad juvenil debilitada, que ha sentido con mayor
intensidad la derrota de las protestas y el distanciamiento de la
política frente a sus problemas concretos, pero, que pese a todo,
continua buscando un espacio para su desarrollo y creatividad.”
Ahora bien, considerando el estado de las expresiones de movimiento
de los pobladores previamente a la coyuntura, debemos reconocer que,
si bien, con respecto al periodo de las protestas, los pobladores
pierden protagonismo en la escena nacional, no es porque hayan
olvidado el aprendizaje forjado en los años de dictadura, sino
porque a pesar de que éste es obtenido en la trayectoria de las
organizaciones que los propios pobladores se han dado y configura sin
duda el “nervio articulador del movimiento de pobladores”, no fue
el punto de partida a la hora de la democratización.
Para los autores del IV Taller, ésta vertiente era de vital
importancia, a partir de ella es que debía proyectarse la soberanía
popular, que a través de ensayos y errores, la población venía
forjando desde hace años. “Estas experiencias puntuales aportan
principalmente el conocimiento de los mecanismos que harían posible
la autogestión de las organizaciones en niveles mayores”. De este
modo se entiende que el enriquecimiento logrado en las organizaciones
autónomas no debía contraponerse a la institucionalidad dada a
nivel local a través de las Juntas de Vecinos, sino que a la hora en
que éstas ya no signifiquen una ‘camisa de fuerza’ para los
pobladores, ambas modalidades puedan dialogar de mejor manera. “El
cuadro óptimo sería que esa institucionalidad recogiera las
propuestas que los propios pobladores hayan elaborado.”
Vía
legal, JJ.VV
Las
Juntas de Vecinos consideradas desde el gobierno de Frei Montalva
como una vía legal de participación social, durante el régimen
militar, fueron mantenidas en ese orden, pero bajo la dirección que
imponía la reforma municipal de 1978-1979. Esta consistía en parte
en que “La máxima autoridad es el Alcalde, quien tiene
importantes y exclusivas atribuciones, y no existe gobierno
colectivo. En cuanto a la participación de la comunidad se descarta
toda acción política y partidaria, y se fomentan organizaciones
netamente sociales.”
Uno de los motivos que tienen que ver con que las Juntas de Vecinos
hayan continuado a pesar de la presión que el régimen ejercía
sobre los espacios participativos, es que estas organizaciones nacen
y son controladas a partir del Estado, a través del Ministerio del
Interior. Por lo tanto, las Juntas de Vecinos incluso le permitían
mantener un mayor control del mundo de los ciudadanos. Además ,
estas organizaciones tienen una formación por Ley apolíticas, tiene
paso solo para la participación social, ideal planteado por el
régimen. En el fondo las Juntas de Vecinos mantienen la
organización, la estructura, pero no tienen democracia interna real
(decreto 349). De hecho, los Gobernadores son lo que escogía a los
Dirigentes de las Juntas de Vecinos, reivindicación que los
pobladores tienen también como bandera de lucha.
Con el
amparo de la ley, el régimen incluso avalaba las Juntas de Vecinos y
los Centro de Madres. Es por eso que los pobladores durante la
década del 80’ pero dieron confianza en estas organizaciones
comunitarias, por sus características de ‘antidemocráticas,
oficialistas y de control ciudadano’.
Más,
entre 1986-1987, referentes de pobladores, partido políticos,
comités sin casa, grupos de vecinos, e instituciones de apoyo
social, etc…, inician un proceso de recuperación de las JJ.VV. por
medio de la derogación del decreto 349. Avanzaron en los municipios
en que los alcaldes tenían un amplio sentido de participación, con
la constitución de juntas de vecinos paralelas a las oficialistas.
“Después
del triunfo popular y derrota del régimen en el plebiscito, aparece
una tercera estrategia de recuperación democrática de Juntas de
Vecinos”, esta es el cambio de dirigentes designados por elegidos,
recuperando la sede y los bienes de ella con el reconocimiento legal
pertinente.
La
lucha por la recuperación de las JJ.VV se convirtió en la lucha por
la democratización del gobierno comunal.
Miradas
post-plebiscito
Finalmente
los sectores populares en conjunto fueron, sin duda, determinantes
para el triunfo del NO, en 1988. Sin embargo luego de éste acto, el
carácter institucional de la democratización se agudizó y el
énfasis de los debates a nivel nacional estaba puesto en el juego de
poder entre los partidos políticos, en la búsqueda de candidatos, y
programas que generen consenso, y por supuesto en los posibles
ajustes a la Constitución, en resumen, la transición estaba siendo
un espacio en que las cúpulas del poder disputaban el estrecho
espacio de participación que ofrecía la legalidad vigente.
Los
pobladores entonces, se encuentran mirando el proceso de transición
con un cierto ‘compás de espera’, sin embargo, a pesar del
retraso del esperado reconocimiento, no abandonan sus propias
estrategias de subsistencia, producción y empoderamiento del espacio
local. “La mirada crítica de los pobladores respecto de la
transición arranca básicamente de la débil consideración de sus
demandas de participación y de la escasa visibilidad respecto de una
voluntad política que encare la resolución de sus principales
problemas económicos y sociales.” La coyuntura política se va
volviendo elitista y elástica a la vista de los pobladores. El hecho
de que sus demandas no constituyan parte prioritaria en el proceso
los confunde y provoca cierto sentimiento de frustración y
desencanto.
A
continuación presentaremos una síntesis de los puntos más
importantes con respecto al estado de los movimientos de pobladores
en la coyuntura plebiscitaria:
Los
dirigentes de los pobladores (Comando Unitario de Pobladores),
reconocieron que con respecto a su deber de representar a los
pobladores, se habían visto superados, pues no lograron, en la
práctica, convocar a los pobladores. Dicen en parte que la
organización es demasiado burocrática y nombrar a este motivo como
uno de los factores determinantes. Además la relación entre
estrategia y táctica frente al plebiscito, no se había producido,
en parte, porque en la formación de la organización, se integraron
visiones muy heterogéneas, lo que impide que el movimiento siga una
sola vía de manera consistente. Además, mencionan la falta de
experiencia histórica como organización el principal factor de la
falta de táctica para enfrentar la coyuntura que se les presentaba.
Por todo lo antes mencionada, los dirigentes ven la solución en que
cada una de las fuerzas que componen a la organización actúen de
manera autónoma para generar política y acción según sus medios
tácticos, y que después del plebiscito se rearticulen como un solo
movimiento de pobladores, a lo que se debiera sumar, que en
democracia se supone existiría un interlocutor válido para
establecer sus demandas.
Conclusión
Con
respecto a la investigación llevada a cabo en este trabajo, hemos
podido adentrarnos en las dinámicas de organización de los
pobladores durante la segunda mitad del s.XX, y el proceso de
democratización paralelo a ello.
Los
pobladores, siempre han estado presentes durante nuestra historia
como república, pero tanto en la teoría como en la práctica, ha
ido mutando en consecuencia del contexto en el que se encuentra.
Es así
como a mitad del s.XX los “pobladores” no existían como
concepto, sino como masa, dispersa. Ya en el gobierno de Frei
Montalva, y a consecuencia de las evidentes carencias del mundo
popular, este pasó de ser una masa heterogénea a se un mundo que
compartía las mismas necesidades. Y fue así como lo entendió ese
gobierno, intentando entregarles también las armas para poder
participar de sus propias decisiones, aunque solo en el ámbito
local. Los pobladores sin embargo, empezaron a agruparse en torno a
sus demandas y se fueron conformando lentamente como un movimiento al
que aquel gobierno no pudo responder pues no modificó sus
estrategias económicas, y la integración de los pobladores fue solo
de carácter social y no político, como era necesario que fuese para
que su integración fuera real. En el gobierno de la Unidad Popular,
se avanzó en cuanto a la democratización, más no fue lo
suficiente, pues no generó formas alternativas de participación
fuera de las Juntas de Vecinos que responden más bien a la
participación local, empoderándola pero no integrándola a los
procesos sociales. La participación se quedó en las bases,
ampliando sus alcance (tomas de terreno, ollas comunes,
organizaciones sindicales, comités de vivienda, salud,
educación,etc…), pero tras el golpe militar, esta se repliega y es
silenciada por la violencia ejercida por el régimen hacia los
espacios de participación. El movimiento de pobladores entra en
crisis, pero es apoyada por las organizaciones no gubernamentales.
Ocurre un giro con la crisis económica de 1982, y los pobladores
vuelven a reorganizarse, integrando más adelante las Jornadas de
Protestas Nacionales, llegando a ser incluso, el principal
protagonista de éstas, y principal antagonista del régimen. Aún
así, mientras las cúpulas
políticas pactaban la transición a la democracia, los pobladores
estaban siendo pulverizados fruto de una mala dirigencia que no fue
capaz de imponer sus demandas frente a la clase política, y que no
pudo hacer valer el movimiento como un actor con participación
política. Así su visión frente al tema fue ignorada y fueron
postergados como movimiento social de la toma de decisiones hasta,
supuestamente, la concreción de la transición, pero ya en
democracia, fueron limitados y silenciados por la continuidad del
mismo modelo económico neoliberal del régimen militar.