viernes, 1 de enero de 2016

Pobladores y transición política a la democracia en Chile en la década de los 80` (Parte 2 y final)


Nueva constitución, otros pobladores

A pesar del buen momento que parecía tener la economía, la crisis económica de 1982, desató en el país un movimiento social que exigía poner fin al régimen militar. Tanto los Partido Políticos, los gremios de profesionales y los sindicatos, convocaron entre 1983 y 1986, a reiteradas Jornadas de Protesta Nacional, manifestación a la que se integraban distintos sectores que estaban sufriendo los estragos de la crisis. En estas Jornadas, los pobladores fueron unos de los principales protagonistas, superaron las directrices e intenciones de los dirigentes políticos para reafirmarse como actor social y para convertirse finalmente en la manifestación social más antagónica del régimen de Pinochet. Los pobladores se reorganizan buscando las vías para la democratización real.

Democratización y pobladores

En el IV Informe presentado por Taller de análisis de Movimientos Sociales y Coyuntura, titulado: “La democratización en la base: Movimiento Poblacional y Gobierno Local”, encontramos las bases para este apartado.
Entenderemos por “democratización” el proceso conjunto, que incluye tanto el formalismo mismo del acto electoral, como los procesos que lo suceden y que juntos configuran la apertura de los espacios sociales y políticos de participación. A saber:
1) Considerando que podríamos concebir el inicio de este proceso en el justo momento en que, luego del Golpe de Estado, los pobladores comienzan a reconstituirse como actor social importante y luego a generar estrategias organizacionales de subsistencia y solidaridad, el primer paso que debía realizarse para una democratización real, sería el reconocimiento de dichas dinámicas autónomas de organización.
2) En segundo lugar, está la ampliación de los espacios legítimos de participación, ya no estar recluidos a una marginalidad territorial, a espacios reducidos y ocupados ilegítimamente.
3) Pudo entenderse también este proceso como una posibilidad de mayor interlocución con la autoridad, a fin de generar reivindicación.
4) Finalmente, para que la democratización sea efectiva debía generar proyectos en que los sectores populares participen de los recursos sociales, políticos y económicos.
No olvidemos entonces que el empoderamiento del espacio local por parte de los pobladores, venía dándose desde abajo, y no podía ser obviado para dar paso a una democratización legal desde arriba.
Para los participantes del taller en estudio, justamente la democratización debía fluir por dos vertientes: la legal, constituida principalmente por las Juntas de Vecinos, y la de las organizaciones autónomas. A continuación expondremos el es una síntesis de los puntos más importantes con respecto al estado de estas dos aristas en lo que respecta a los movimientos de pobladores en la coyuntura plebiscitaria.

Organizaciones autónomas

Son organizaciones, como ya hemos dicho, que aún estando carentes de un marco legal funcionaron como la instancia inmediata de encuentro y participación de los pobladores para paliar sus necesidades. Existen, básicamente por dos razones: por voluntad popular soberana para que ello ocurra y por que en su mayoría se van viabilizando en la medida que logran satisfacer necesidades locales concretas. En general podemos decir que su importancia recae justamente aquí, en su trayectoria. “En 1975-76 emergen las primeras expresiones de organización social, principalmente en el mundo poblacional. Se trata de organizaciones impulsadas desde las iglesias y tendientes a paliar los efectos de la política económica a través de la asistencia y la solidaridad. También surgen instancias de denuncia de la represión y defensa de los derechos humanos. Al mismo tiempo se impulsó, también al alero de la iglesia, la realización de un trabajo artístico-cultural, espacio en el cual se van reuniendo nuevamente militantes, jóvenes, mujeres, artistas, etc., desarrollando lo que se ha llamado una función “simbólica” del quehacer político.” Sin embargo, sus capacidades para atraer a los mismos afectados, muchas veces fueron truncadas por la constante represión. Dentro de ellas entonces podemos distinguir en primer lugar, las relacionadas con la subsistencia, y luego aquellas orientadas a la reivindicación y la vida cultural-política.

Las primeras, son una instancia muy notoria de autogestión, resistencia y auto-educación de la población; ya que el Estado no asegura la subsistencia, los pobladores se reúnen para generarla. Una de las formas que adopta son las llamadas “ollas comunes”. Luego del período de protestas nacionales, y entrando en la época que nos atañe, Margarita Fernández en el informe del II Taller, explica que un elemento que se introduce con fuerza dentro de ellas, son los partidos políticos, principalmente, en los niveles de dirección, y su entrada significa tensiones, quiebres, y diferencias en torno a la orientación, lógicas de funcionamiento interno y objetivos de los grupos. Sin embargo destaca también un nuevo elemento que es más bien positivo: el vínculo que se estaba estableciendo con otras organizaciones populares, lo cual tendía a fortalecer a las coordinadoras sectoriales de organizaciones sociales existentes en algunas poblaciones. Con respecto al plebiscito, la autora señala que dichas organizaciones no sostienen una opinión compartida, esto principalmente por la confusión que generan los partidos políticos en las altas cúpulas de las organizaciones sectoriales, donde los proyectos partidistas ponían de manifiesto sus discusiones y proyectos. Los pobladores(as) que estaban optando por el NO, lo hacían mayormente por opción personal, que por consenso de las bases, y si lograban tomar alguna postura, se hacía en silencio. Otra forma que adoptan dichas organizaciones son los “talleres productivos”. Estas eran agrupaciones que apuntaban principalmente a la superación de la exclusión económica, a la creación formas de abastecimiento y de proyectos que les permitan una situación laboral digna. Fernández señala que “…han logrado un nivel de autogestión que incuba un proyecto; el jugar un rol en una economía popular, aportando aspectos ecológicos, culturales antisistémicos, sin encontrar aún representación en la sociedad.”. Sin embargo, lo que sí encuentran es el apoyo de algunas instituciones no gubernamentales que de alguna manera fueron supliendo (no sólo a los talleres) del soporte que no entrega el Estado. Con respecto al plebiscito, Francisca Márquez plantea que, si bien el tema genera conversación en los talleres, no hay homogeneidad en las opiniones justamente debido a que la prioridad de éste sector apunta a solucionar problemas económicos inmediatos y específicos. Para la autora, la riqueza de este sector lo constituye su aprendizaje. “Quizás lo más rico en los talleres productivos es que ejercen cotidianamente la democracia interna, y que la autogestión existe realmente, practican una democracia productiva, laboral.”
Nuevos actores sociales que surgen durante la década de 1980 en Chile son las mujeres y los jóvenes. En los años de protestas fueron una fuerza innovadora considerable y durante toda ésta época intentan involucrarse y hacer notar de alguna forma su descontento y su voluntad de participar. Las mujeres, que no habían estado presentes en la escena nacional desde la conquista del voto por haber subsumido sus proyectos al afiliarse a los partidos, comienzan a componer sus demandas en el período de dictadura. Otra expositora del II Taller, Adriana Muñoz, sostiene que las mujeres, en la coyuntura que estamos analizando, se encontraban, a razón de sus necesidades más urgentes, esparcidas en diversas organizaciones: las de subsistencia y derechos humanos, los partidos políticos, y en la vertiente feminista. La tensión entre ellas está dada por querer constituirse como movimiento y sin embargo topar con la heterogeneidad de intereses a la hora de organizarse. La coyuntura las encuentra en una situación en que les cuesta tomar la diversidad y volcarla a su favor para articularse de una manera inclusiva y favorable a todas. Es un momento en que buscan encauzar su fuerza en la territorialidad y en la ampliación de los espacios de poder, sin embargo, el alcance de los partidos políticos ha tendido a generar rupturas que, a contraposición de la necesidad de constitución de un movimiento, han generado que desde el ’86 en adelante el nivel de movilización de las mujeres vaya en un progresivo debilitamiento.
Las discusiones en torno al plebiscito, según la autora, al generarse internamente en los grupos de pobladoras, lo que generan es más bien, paralización, sin embargo, el deseo de no subsumir sus intereses es más fuerte.
En cuanto a los jóvenes, que también constituyeron una importante fracción del movimiento de las protestas, la coyuntura los sorprende en un momento en que, con respecto a los años 1983 a 1986, existen menos organizaciones, las que quedan tienen menos participantes y algunas de ellas han variado en sus objetivos. La esperanza de los jóvenes con cierta participación política claramente se desdibujó en el momento en que fracasó la fuerza de las protestas…por ende, mucho menos creen en lo que traerá el plebiscito. La situación de los jóvenes, según Eusebio Nájera estaba caracterizada por la poca claridad sobre su quehacer en el trabajo territorial y por el marcado sentimiento de exclusión. “Lo que caracteriza este tiempo en resumen, es una realidad juvenil debilitada, que ha sentido con mayor intensidad la derrota de las protestas y el distanciamiento de la política frente a sus problemas concretos, pero, que pese a todo, continua buscando un espacio para su desarrollo y creatividad.”
Ahora bien, considerando el estado de las expresiones de movimiento de los pobladores previamente a la coyuntura, debemos reconocer que, si bien, con respecto al periodo de las protestas, los pobladores pierden protagonismo en la escena nacional, no es porque hayan olvidado el aprendizaje forjado en los años de dictadura, sino porque a pesar de que éste es obtenido en la trayectoria de las organizaciones que los propios pobladores se han dado y configura sin duda el “nervio articulador del movimiento de pobladores”, no fue el punto de partida a la hora de la democratización.
Para los autores del IV Taller, ésta vertiente era de vital importancia, a partir de ella es que debía proyectarse la soberanía popular, que a través de ensayos y errores, la población venía forjando desde hace años. “Estas experiencias puntuales aportan principalmente el conocimiento de los mecanismos que harían posible la autogestión de las organizaciones en niveles mayores”. De este modo se entiende que el enriquecimiento logrado en las organizaciones autónomas no debía contraponerse a la institucionalidad dada a nivel local a través de las Juntas de Vecinos, sino que a la hora en que éstas ya no signifiquen una ‘camisa de fuerza’ para los pobladores, ambas modalidades puedan dialogar de mejor manera. “El cuadro óptimo sería que esa institucionalidad recogiera las propuestas que los propios pobladores hayan elaborado.”

Vía legal, JJ.VV

Las Juntas de Vecinos consideradas desde el gobierno de Frei Montalva como una vía legal de participación social, durante el régimen militar, fueron mantenidas en ese orden, pero bajo la dirección que imponía la reforma municipal de 1978-1979. Esta consistía en parte en que “La máxima autoridad es el Alcalde, quien tiene importantes y exclusivas atribuciones, y no existe gobierno colectivo. En cuanto a la participación de la comunidad se descarta toda acción política y partidaria, y se fomentan organizaciones netamente sociales.” Uno de los motivos que tienen que ver con que las Juntas de Vecinos hayan continuado a pesar de la presión que el régimen ejercía sobre los espacios participativos, es que estas organizaciones nacen y son controladas a partir del Estado, a través del Ministerio del Interior. Por lo tanto, las Juntas de Vecinos incluso le permitían mantener un mayor control del mundo de los ciudadanos. Además , estas organizaciones tienen una formación por Ley apolíticas, tiene paso solo para la participación social, ideal planteado por el régimen. En el fondo las Juntas de Vecinos mantienen la organización, la estructura, pero no tienen democracia interna real (decreto 349). De hecho, los Gobernadores son lo que escogía a los Dirigentes de las Juntas de Vecinos, reivindicación que los pobladores tienen también como bandera de lucha.
Con el amparo de la ley, el régimen incluso avalaba las Juntas de Vecinos y los Centro de Madres. Es por eso que los pobladores durante la década del 80’ pero dieron confianza en estas organizaciones comunitarias, por sus características de ‘antidemocráticas, oficialistas y de control ciudadano’.
Más, entre 1986-1987, referentes de pobladores, partido políticos, comités sin casa, grupos de vecinos, e instituciones de apoyo social, etc…, inician un proceso de recuperación de las JJ.VV. por medio de la derogación del decreto 349. Avanzaron en los municipios en que los alcaldes tenían un amplio sentido de participación, con la constitución de juntas de vecinos paralelas a las oficialistas.
“Después del triunfo popular y derrota del régimen en el plebiscito, aparece una tercera estrategia de recuperación democrática de Juntas de Vecinos”, esta es el cambio de dirigentes designados por elegidos, recuperando la sede y los bienes de ella con el reconocimiento legal pertinente.
La lucha por la recuperación de las JJ.VV se convirtió en la lucha por la democratización del gobierno comunal.

Miradas post-plebiscito

Finalmente los sectores populares en conjunto fueron, sin duda, determinantes para el triunfo del NO, en 1988. Sin embargo luego de éste acto, el carácter institucional de la democratización se agudizó y el énfasis de los debates a nivel nacional estaba puesto en el juego de poder entre los partidos políticos, en la búsqueda de candidatos, y programas que generen consenso, y por supuesto en los posibles ajustes a la Constitución, en resumen, la transición estaba siendo un espacio en que las cúpulas del poder disputaban el estrecho espacio de participación que ofrecía la legalidad vigente.
Los pobladores entonces, se encuentran mirando el proceso de transición con un cierto ‘compás de espera’, sin embargo, a pesar del retraso del esperado reconocimiento, no abandonan sus propias estrategias de subsistencia, producción y empoderamiento del espacio local. “La mirada crítica de los pobladores respecto de la transición arranca básicamente de la débil consideración de sus demandas de participación y de la escasa visibilidad respecto de una voluntad política que encare la resolución de sus principales problemas económicos y sociales.” La coyuntura política se va volviendo elitista y elástica a la vista de los pobladores. El hecho de que sus demandas no constituyan parte prioritaria en el proceso los confunde y provoca cierto sentimiento de frustración y desencanto.

A continuación presentaremos una síntesis de los puntos más importantes con respecto al estado de los movimientos de pobladores en la coyuntura plebiscitaria:
Los dirigentes de los pobladores (Comando Unitario de Pobladores), reconocieron que con respecto a su deber de representar a los pobladores, se habían visto superados, pues no lograron, en la práctica, convocar a los pobladores. Dicen en parte que la organización es demasiado burocrática y nombrar a este motivo como uno de los factores determinantes. Además la relación entre estrategia y táctica frente al plebiscito, no se había producido, en parte, porque en la formación de la organización, se integraron visiones muy heterogéneas, lo que impide que el movimiento siga una sola vía de manera consistente. Además, mencionan la falta de experiencia histórica como organización el principal factor de la falta de táctica para enfrentar la coyuntura que se les presentaba. Por todo lo antes mencionada, los dirigentes ven la solución en que cada una de las fuerzas que componen a la organización actúen de manera autónoma para generar política y acción según sus medios tácticos, y que después del plebiscito se rearticulen como un solo movimiento de pobladores, a lo que se debiera sumar, que en democracia se supone existiría un interlocutor válido para establecer sus demandas.

Conclusión

Con respecto a la investigación llevada a cabo en este trabajo, hemos podido adentrarnos en las dinámicas de organización de los pobladores durante la segunda mitad del s.XX, y el proceso de democratización paralelo a ello.
Los pobladores, siempre han estado presentes durante nuestra historia como república, pero tanto en la teoría como en la práctica, ha ido mutando en consecuencia del contexto en el que se encuentra.
Es así como a mitad del s.XX los “pobladores” no existían como concepto, sino como masa, dispersa. Ya en el gobierno de Frei Montalva, y a consecuencia de las evidentes carencias del mundo popular, este pasó de ser una masa heterogénea a se un mundo que compartía las mismas necesidades. Y fue así como lo entendió ese gobierno, intentando entregarles también las armas para poder participar de sus propias decisiones, aunque solo en el ámbito local. Los pobladores sin embargo, empezaron a agruparse en torno a sus demandas y se fueron conformando lentamente como un movimiento al que aquel gobierno no pudo responder pues no modificó sus estrategias económicas, y la integración de los pobladores fue solo de carácter social y no político, como era necesario que fuese para que su integración fuera real. En el gobierno de la Unidad Popular, se avanzó en cuanto a la democratización, más no fue lo suficiente, pues no generó formas alternativas de participación fuera de las Juntas de Vecinos que responden más bien a la participación local, empoderándola pero no integrándola a los procesos sociales. La participación se quedó en las bases, ampliando sus alcance (tomas de terreno, ollas comunes, organizaciones sindicales, comités de vivienda, salud, educación,etc…), pero tras el golpe militar, esta se repliega y es silenciada por la violencia ejercida por el régimen hacia los espacios de participación. El movimiento de pobladores entra en crisis, pero es apoyada por las organizaciones no gubernamentales. Ocurre un giro con la crisis económica de 1982, y los pobladores vuelven a reorganizarse, integrando más adelante las Jornadas de Protestas Nacionales, llegando a ser incluso, el principal protagonista de éstas, y principal antagonista del régimen. Aún así, mientras las cúpulas políticas pactaban la transición a la democracia, los pobladores estaban siendo pulverizados fruto de una mala dirigencia que no fue capaz de imponer sus demandas frente a la clase política, y que no pudo hacer valer el movimiento como un actor con participación política. Así su visión frente al tema fue ignorada y fueron postergados como movimiento social de la toma de decisiones hasta, supuestamente, la concreción de la transición, pero ya en democracia, fueron limitados y silenciados por la continuidad del mismo modelo económico neoliberal del régimen militar.

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