Introducción
Después del golpe de Estado de 1973 y con el comienzo de la
dictadura militar, el ‘poder popular’, que durante tres años
había estado vinculado a la política convencional y al Estado, se
volcó necesariamente hacia su origen, hacia las bases. Y en este
proceso fue forjando caminos diversos e inéditos, en relación a las
características de las necesidades locales. Podemos ver entonces
cómo los pobladores urbanos de nuestro país se organizan en torno a
ollas comunes, ferias libres, comités de Derechos Humanos, talleres
culturales, escuelas populares e iniciativas de resistencia local,
entre otros. Estas prácticas comunitarias constituyeron múltiples
formas de empoderamiento y fortalecimiento del espacio y del poder
local, de forma que ya no es sólo el tradicional centro de la ciudad
el que da cuenta de la resistencia de los pobladores, sino que se
amplían los escenarios y la lucha puede estar en cualquier lugar: la
población, la plaza, el barrio, etcétera, o ir rotando por ellos.
El 11 de mayo de 1983, se realiza la Primera Jornada de Protesta
Popular en Santiago, y con ella se abre un período marcado por
manifestaciones que se extienden hasta 1986, y en que diversos
sectores de la sociedad chilena manifiestan su descontento.
Observamos a los pobladores como actores relevantes evidenciando la
pobreza real del país, a los estudiantes y profesores retomando sus
organizaciones, a las mujeres y a los jóvenes innovando en los
contenidos de la movilización y juntos todos generando instancias de
reconocimiento y enriquecimiento recíproco. Sin duda son tiempos de
importante aprendizaje.
Por otro lado, el régimen militar, en el mismo período se aboca a
agudizar la represión masiva (las jornadas de protesta tuvieron
costos altísimos en encarcelamientos y torturas) y a generar
políticas que dividieran al movimiento opositor. Luego, cuando
reconoció la falta de estrategia y el debilitamiento de la
movilización social, anunció plebiscito para 1988, tal como lo
establecía la Constitución del ’80.
El plebiscito, en vistas de la falta de una estrategia compartida por
los movimientos sociales populares generó en ellos un tenso clima de
exigencias y discusiones internas, y en el plano de lo cotidiano,
acarreaba tanto expectativas de cambio como temores al presente
represivo y al futuro incierto. Lo único claro, era que estaba en
juego un cambio en la institucionalidad política, no había una
propuesta de ruptura del sistema económico y social que estuviera
necesariamente ligada al cambio. A todo esto se sumaba desde ya la
desconfianza hacia el sistema electoral.
Si el régimen llegaba a su fin, se abrirían los espacios políticos,
mas si no lo hacía, éstos se cerrarían, consolidándose así la
dictadura y su sistema económico.
El movimiento popular entonces, se halla en una coyuntura compleja,
en la que necesita acumular fuerzas para hacer pesar sus intereses
trascendentales ante la posible transición y así modificar el
carácter esencialmente institucional de ésta.
El
carácter multidisciplinario y autónomo del pueblo que se hizo notar
en las protestas de los ‘80, no era igual al del pueblo
peticionista que previo a 1973 marchaba disciplinado y esperanzado
en el ‘poder construido’. El primero a través de sus diversos
modos de autogestión, y a pesar del dolor y la represión había
logrado un aprendizaje propio. “En este sentido, la actitud
elitista y excluyente que adoptaron los políticos e intelectuales
que pactaron la llamada “transición a la democracia”, respondió
a su viejo concepto de pueblo- masa, y no al que correspondía al
pueblo-ciudadano que ahora tenían delante de ellos”. El
siguiente trabajo, es un acercamiento a la sociedad popular urbana
chilena de los últimos años de dictadura, cuando va poco a poco
debilitándose la movilización en las calles y aparece una esperanza
de cambio en torno al plebiscito de 1988. Para nuestro análisis, los
protagonistas serán los pobladores, nos aproximaremos a conocer sus
formas de organización y a través de ello, intentaremos allegarnos
a sus miradas, a sus expectativas y a sus sentimientos, a fin de
comprender qué rol jugaron en el complejo cuadro político social
llamado “transición a la democracia”.
Pobladores: un
concepto socio-político
Analizando
el trabajo de Vicente Espinoza, “Para una Historia de los pobres de
la Ciudad”, comenzamos a entender el proceso de formación de los
pobladores y sus primeras formas de organizarse. En 1968, esos
vuelven a formar parte de los debates parlamentarios, no por sus
condiciones de vida y los métodos para mejorarla sino para ser
considerada dentro del proceso de democratización de la sociedad, en
tanto participante activo de ella. Se busca el método para
regularizar esa participación en el ámbito social y político. La
iniciativa la había tomado la Democracia Cristiana, mientras la
Izquierda intentaba adecuar la situación a sus intereses y la
Derecha se mostraba indiferente frente al planteamiento. Hay que
considerar que los pobladores habían sido un grupo ignorado en el
relato oficial histórico como actor social, a pesar de su constante
presencia en la escena nacional. La iniciativa política de la
Democracia Cristiana va muy de la mano con la 'Teoría de la
Marginalidad', que exponía principalmente que la pobreza, la miseria
que penetraba principalmente la ciudad generan en la población gran
frustración que antes de que desemboque en violencia, es mejor
encauzarla mediante una política reformista. El problema por lo
tanto, es la marginalidad respecto a lo moderno. Aquello se traduce
en que para el progreso, para la modernización, había que reformar
las estructuras sociales, y una forma es ampliar el alcance de lo
moderno de tal manera que llegue a los sectores marginales, en fin,
crear una sociedad moderna, con integración y movilidad social.
La marginalidad incluía la falta de acceso a los beneficios o
recursos económicos y la escasa o nula participación en las
decisiones sociales, sin contribuir, por lo tanto, a la solución de
problemas, incluso a aquellos que afectan a los mismos excluidos. La
teoría de la marginalidad y su responsabilidad, fue asumida por el
gobierno de Frei Montalva, quien asume la función de agente
promotor, entregándoles beneficios a los pobladores, quienes, junto
a los campesinos formaron la base popular de su gobierno (en vez del
mundo sindical, como había sucedido en otras ocasiones
gubernamentales). Ahora bien, era necesario modernizar las
estructuras sociales, pero esta transformación necesitaba de una
base económica en la cual apoyarse y de una voluntad política que
impulsara el proceso, mas en ellas no hubo cambio, lo que desembocó
en la frustración del proceso de integración en pleno. Las demandas
de los pobladores se fueron viendo frustradas, y la no capacidad de
generar una vía de desarrollo alternativa al capitalismo, ayudó a
la intromisión de la izquierda en las poblaciones. Un ejemplo de lo
anterior son la organización de 'comités sin casa', como una de las
maneras en que se expresó la radicalización de las formas de lucha
y movilización de los pobladores, y otro ejemplo más significativo
fueron las tomas de terreno, estrategia utilizada en cantidad. Estas
tácticas, que en fondo son para presionar al Estado, se mantuvieron
aun en el gobierno de la Unidad Popular.
Frente a todo lo anterior, Vicente Espinoza se pregunta si los
pobladores son marginales, a lo que agrega que en Chile el término
'marginal' se homologó con el término 'poblador'. “De esta
manera, 'poblador' pasó a construirse casi en una categoría social
del mismo nivel que 'obrero' o 'campesino'.” Luego de los datos analizados por el autor, llega a la conclusión de
que “no se podía afirmar que, los marginales fueran campesinos
inmigrantes, poco asimilados a la cultura urbana y con una posición
ocupacional incierta.”
Pero,
volviendo a la promulgación de la Ley de Juntas de Vecinos, Vicente
Espinoza menciona: “Si bien se logró la promulgación de una Ley
de Juntas de Vecinos y Organizaciones Comunitarias, ello no garantizó
que las organizaciones acogidas encontraran una efectiva recepción
por parte de la 'sociedad global'. En este sentido, el problema que
se detecta es que la organización de los pobladores no garantiza por
si sola la incorporación de los 'marginales' a los beneficios del
sistema”. Para que exista una participación real de los marginales es
necesario que la institucionalidad tradicional chilena los reconozca,
y en cambio, como la base económica fue un factor que el gobierno de
Frei Montalva no modificó en función del reconocimiento de las
necesidades de los pobladores, entonces, cedió espacio a la
izquierda para que trabajara entre los pobladores a través de los
Comités sin Casa en las tomas de terreno, generándose así las
formulaciones de un 'poder popular' donde el pueblo era gobierno. En
cuanto a la participación misma de los pobladores, Vicente Espinoza
reconoce una dinámica de causalidad entre la participación en las
decisiones de la sociedad y el goce de los bienes producidos por
ella. “Según esa relación de causalidad, se concebía como base
de la situación de miseria de los pobladores, el carácter
capitalista de la estructura económica. En este sentido, la
población marginal o callampa es reconocida como expresión de la
dinámica del capitalismo.”
En el caso de los pobladores, la superación de la situación de
marginalidad tiene que ver con mejorar la matriz económica del
problema, esto es, obtener la vivienda, aunque ello no se tradujera
necesariamente en participación política propiamente tal. Es decir,
la reivindicación de las materias básicas no tiene directa relación
con la conciencia de clase a la que responde la participación
activa. La transición entre la organización práctica generada por
las necesidades contingentes y la concientización con ideología era
el potencial de lucha de los pobladores y parecía asegurado por la
participación de los comunistas en la organización del mundo
poblacional, que planteaban la lucha ideológica que debían tener
los pobladores frente a la burguesía, para lo que se intento
involucrar a dirigentes pobladores en la formación orgánica del PC,
siempre teniendo más capacidad de decisión política el partido.
En cuanto a la perspectiva socialista respecto de los pobladores y la
Ley que se discutía en el parlamento, ellos la consideraban una
propuesta fascista del gobierno. “La crítica se dirigía tanto al
intento de establecer una categoría social nueva -los marginales- ,
diferenciada de los trabajadores, como a la estructura de control
vecinal. Cabe recordar que el proyecto de ley establecía el control
y super-vigilancia de la organización vecinal a través del
Ministerio del Interior”.
Aquí es cuando entran los conceptos de 'poder de masas' o 'poder
popular', donde en la organización poblacional existe una
correlación entre el conseguir satisfacer las necesidades básicas
con la acción política en sí. Vicente Espinoza aclara que en la
práctica “el planteamiento socialista de este tiempo llegó a ser
una de las orientaciones que asumiría el sector poblacional durante
el gobierno de la Unidad Popular”
Para la izquierda en general, los pobladores eran una novedad, puesto
que, ya tenían estrategias para trabajar con sectores ocupacionales
y con frentes, mas el 'poblador', por ser una categoría social
nueva, los descolocaba, pues fue la DC quién rotuló a un gran
sector popular dentro de aquella categoría, y planteó también su
integración tanto en el ámbito social como en el político. En ese
punto es que erró la izquierda en el sentido de que sólo se enfocó
en la integración económica considerando principalmente a los
'pobladores' como 'pobres'. Y no como actores con necesidades
sociales y políticas.
Mientras tanto la derecha, si bien se mostró favorable a la
formación de organizaciones vecinales, las reducía sólo a su base
y las excluía del área de la política, la idea era que la
participación social y política se redujera al mínimo.
No obstante las diversas apreciaciones, “finalmente, el 7 de
Agosto de 1968, la ley fue publicada en el Diario Oficial,
cristalizando así una antigua aspiración de las organizaciones de
pobladores: la de constituirse legalmente.
La política siempre estuvo presente en la historia de los
pobladores, ya que reclamaban integrarse a la toma de decisiones del
sistema en que estaban inmersos, y luego de la publicación de la
ley, las poblaciones empiezan a formar parte de la institucionalidad
chilena como un movimiento social que amplió su espectro de
incidencia.
Pobladores
e instituciones no gubernamentales
Con
respecto a las instituciones no estatales y su relación con los
pobladores, y basándonos fundamentalmente en el documento de la
FLACSO “Espacio y Poder: los pobladores”, podemos identificar que
en período en que comienza la dictadura hay una reorientación de la
política hacia los sectores populares incluidos los pobladores, lo
que agrava aún más su situación de pobreza, desarticula la
organización que antes tenía, y estrecha las posibilidades de
levantar identidad y movilización popular. Con respecto a lo
anterior es que las instituciones se levantan como una alternativa
social de apoyo que desde un ámbito no estatal abren un espacio de
debate (“denuncia”) y acción. Primero, de defensa de los
derechos fundamentales de las personas y luego, de transformación
social y política.
En el
documento, escrito por Daniela Sánchez, se analiza el período
dividiéndolo en tres etapas. En la primera etapa: 1973-1976, es la
Iglesia la que responde rápidamente frente a la emergencia formando
el Comité de Ayuda a los Refugiados (CONAR) y el Comité de
Cooperación para Paz en Chile ( COPACHI). A partir de la iglesia es
que nacen pequeños grupos de instituciones. Sus actividades
responden a la situación creada por el quiebre de la
institucionalidad. Su acción estaba supeditada al problema de la
relación entre Estado e Iglesia, cuyo clímax ocurrió en 1975
cuando la COPACHI es clausurada.
También
había un conjunto de instituciones de acción social fundadas entre
1950 y 1960, con apoyo anterior del Estado, que cuentan como 'obras
sociales' orientadas a grupos específicos dentro de la población.
Tienen una naturaleza más asistencial y presentan en su acción un
menor impacto en el contexto nacional.
En un
primer momento las 'nuevas instituciones' vuelcan su preocupación y
ocupación a los 'hechos irregulares' que tenían que ver con pasar a
llevar la 'dignidad de las personas', y al final del período,
comienzan a estar entre las prioridades lo económico y social:
'hambre, cesantía y salud'. También se enfocan en la educación
informal como 'área a trabajar en los sectores populares'. 'Se
amplia la gama de problemas a enfrentar a distintos ámbitos de la
vida nacional y, entre ellos, al sector poblacional.
En una
segunda etapa desde 1976 a 1978, son las consecuencias económicas
causadas por las medidas económicas de shock las que recaen
fuertemente en los pobladores e inciden significativamente en el
nuevo matiz que adquieren las actividades institucionales.
El
panorama poblacional cambia con respecto a la atomización y
desorganización imperantes en la etapa anterior porque surgen un
conjunto de iniciativas de auto-subsistencia y ayuda reciproca que
generan una red de organizaciones relativamente articuladas entre sí,
red que empieza a contar con el apoyo cada vez más fuerte de las
instituciones.
Las
iniciativas más representativas de estas organizaciones son: los
comedores populares, las bolsas de cesantes con sus talleres
productivos y de servicios, los centros de apoyo escolar, bibliotecas
y grupos juveniles, grupos de 'familiares de detenidos
-desaparecidos' y comisiones de vivienda.
En
1976-1977, las organizaciones solidarias alcanzan una expansión en
las diversas zonas de Santiago, y logran el punto más alto de
participación, dentro del período estudiado. Eso se debe, por un
lado, a la baja de la hostilidad represiva de las autoridades
político administrativas, y por otro, por el respaldo eclesial.
Los
pobladores sienten menos temor a participar en las organizaciones
solidarias, pero esta mayor legitimidad hace que se pierda el sentido
de denuncia y un cambio paulatino en la composición de sus
integrantes.
Lo más
importante respecto a estas instituciones es su aparición en el
sector poblacional, lo que se conjuga con el auge de las
instituciones solidarias y con el rol subsidiario que asume el
Estado. Opera un cambio en la forma de concebir a los afectados:
serán sectores sociales con bajos recursos económicos de
poblaciones y campamentos, es decir, los pobladores. En el caso de
los pobladores, las instituciones enfocan estas necesidades a partir
del supuesto que el intento por abordarlas puede crear condiciones
para generar organización popular.
Los
problemas centrales abordados en este tiempo son: hambre, cesantía,
salud, vivienda, educación, cultura y recreación, participación
organización, con la represión y el temor del trasfondo. Más la
fase final de la etapa, se observa que las instituciones cambian en
su discurso el orden de prioridad de los problemas. Ahora lo central
es la vivienda, la educación y la cultura.
Finalmente,
las instituciones advierten que sus programas no dan a basto para
palear las necesidades manifiestas de los pobladores organizados ante
la 'no respuesta' del Estado.
Esa
situación se interpreta como un estancamiento de las organizaciones
solidarias en su dimensión de ayuda recíproca y de organización
popular, crisis que culmina en 1978, con una re-lectura de los
problemas a enfrentar por parte de las instituciones y de sus
prioridades de acción.
En
general, la acción institucional demuestra una mayor densidad de
actividades en poblaciones , luego en campamentos y, en último
lugar, se ramifica a zonas rurales cercanas a Santiago.
El
conjunto de intenciones de las instituciones, está referido en
combatir un modelo de desarrollo que obstaculiza una calidad de vida
digna para los sectores populares y la lógica orientadora va hacia
promover la organización popular en el área poblacional.
La
tercera etapa (1978-1981) se abre con la consulta nacional de 1978, y
se termina cuando los efectos del plebiscito de 1980 se dejan sentir
en las organizaciones solidarias e instituciones de acción
poblacional. Un relativo y efímero éxito económico, permite al
régimen imponer un nuevo modelo político finiquitado con la
Constitución de 1980. Lo anterior significa que se prolonga hasta
1989 el sistema político imperante y en virtud de las disposiciones
transitorias, el ejecutivo tiene más poder que nunca. La
organización solidaria, social, poblacional disminuye pero nacen
nuevas formas organizativas, como los comités de abastecimiento,
talleres poblacionales, equipos de salud, etc.
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